Aclarada esta fundamental ambigüedad, digamos que meditar es una de las actividades más fáciles que nos podemos proponer.
Como calificarían a una tarea que consiste en sentarse, no necesariamente en una colchoneta de Yoga, puede que en una silla, o en el asiento de un automóvil o en sillón de nuestro escritorio de trabajo, cerrar los ojos, respirar, y nada más? Fácil, y entonces se preguntarán a continuación, si es una técnica de relajación, terapéutica y que nos da una gran serenidad, porqué no es tan difundida?
Respuesta: primer error, es muy difundida, millones de personas nos tomamos unos minutos diarios para meditar, segundo, la sociedad occidental tiende a no permitirse, a negarse la relajación, como si el parar un rato y tratar de conectarse con nuestras emociones, o conseguir un estado de conciencia que nos haga sentir uno con el Cosmos, nos quitara competitividad, nos alejara de los objetivos de vida y trabajo...
Un camino: Entonces, probemos, primero tomemos conciencia de tener que abrir nuestra mente a negar la necesidad de estar haciendo algo todo el tiempo, sentémonos cómodamente, erguidos, con los ojos cerrados, respiremos espontáneamente y no hagamos nada, no discutamos con nuestros pensamientos, dejémoslos fluir, corrámonos un poco de nosotros mismos y seamos observadores, estemos en esa actitud pasiva de observar nuestros pensamientos simplemente como lo que son y no por lo que nos producen, no nos juzguemos por nada, seamos pacientes.
Cada uno tiene su ritmo, como toda práctica lleva un tiempo adaptarse pero después empezarán a sentir el vacío, nuestro propio silencio interior y la paz y la calma nos inundarán, nos relajaremos, luego, simplemente volvemos a la cotidianeidad, como si nos hubiéramos dado un refrescante, relajante baño interior. Vivamos la vida, y luego meditemos, es un camino, hay otros, este es uno posible, no importa el lugar, ni el horario, lo único difícil es el compromiso con uno mismo para ser constante y disfrutarlo.
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